Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo II (1900).pdf/66

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
64
QUO VADIS

templos grandes sacrificios á fin de que recobre la voz; y jay de Roma, y especialmente del Senado, si no se restablece pronto!

¿Entonces ya no habría motivo para que insistiese en su viaje á Acasa?

—Pero, ¿acaso es ese el único talento que posee nuestro divino César?—preguntó Petronio sonriendo.—Preséntese él en los juegos Olímpicos como poeta, con su Incendio de Troya; como automedonte, como músico, como atleta; y no solo eso: aún hasta como danzante, y recibirá en cada caso todas las coronas destinadas á los vencedores. ¿Sabes porqué ha quedado ronco ese mono? Se empecinó ayer en igualar á nuestro Páris como danzarín y se puso á bailarnos las aventuras de Leda. Durante el baile sudó, cogiendo en seguida un resfriado. Hallábase á la sazón tan mojado y resbaladizo como anguila que acaba de salir del agua. Cambió de máscara una y otra vez, dió más vueltas que un huso y manoteó como un marino borracho, hasta que el más profundo disgusto se apoderó de mi ante el espectáculo continuadamente arlequinesco de su gran estómago y sus delgadas piernas pataleantes. Páris le estuvo enseñando por espacio de dos semanas; pero ya puedes tú imaginarte á Enobarbo de Leda ó de Cisne divino. ¡Era un perfecto ganso, no te lo podré negar! Y ahora quiere presentarse ante el público en esa pantomima, primero en Ancio y después en Roma.

—Ya con no haber cantado en público escandalizó á mucha gente. ¡Pensar ahora que hemos de ver á un César romano en el papel de mino! Nó; me figuro que ni la misma Roma querrá soportarlo.

— Mi querido amigo: Roma todo lo ha de soportar; y el Senado tributará un voto de gracias al «Padre de su patria. Y ya verás á la plebe engreida al ver al César convertido en su bufón.

—Más dime tú mismo: ¿es posible llegar á mayor envilecimiento?