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QUO VADIS

Pero Vestinio en ese instante, alargando el cuello como una cigüeña, dijo en voz baja y con aire misterioso: —No creo en los dioses, pero sí en los espíritus... ¡Oy!

(¡Ay!) No hizo caso Nerón de aquellas palabras, y prosiguió: —Celebré las Lemuria (1) y no tengo deseos de volver á verla. Este es el quinto año... Tuve que condenarla, porque envió asesinos contra mí, y si no me hubiese adelantado á ella, no estaríais vosotros escuchando mi canto esta noche.

—¡Gracias sean dadas al César, en nombre de la ciudad y del mundo!—exclamó Domicio Africano.

—Vinol más vino, y que suenen los timpanos! (2) Y empezó de nuevo el estrépito. Lucano, todo cubierto y deseando con sus gritos acallar los de Domicio, levantóse y exclamó: —¡Yo no soy un hombre, sino un fauno, y vivo en la florestal ¡Eho—0—0—00.

El César bebió hasta quedar por fin becdo; beodos estaban ya también los hombres y beodas las mujeres. Vinicio no lo estaba menos que los demás; y por añadidura, fuera de los deseos que lo agitaban, habíase despertado en él un prurito de reñir que le acometía siempre al propasarse en la bebida. Su moreno semblante se había puesto más pálido que de ordinario y su lengua tartamudeaba al pronunciar las siguientes palabras, que dijo ahora en voz alta é imperiosa: —¡Ligia, dame tus labios! Hoy, mañana, todo es lo mismo. ¡Basta yal El César te hizo salir de la casa de Aulio para entregarte á mí, gentiendes? Mañana, al obscurecer, mandaré por ti, gentiendes? El César antes de sacarte de tu casa, me prometió que serías mía. Tendrás que ser mía.

(1) Fiestas instituidas los romanos para a placar las sombras y fantasmas de los muertos. (De lemures, fantasmas, sombras, que parecen verse de noche y causan miedo. También duendes y demonios.) (2 Timpano, atabal timbal, tambor ó tamboril.