Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/163

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
155
QUO VADIS

tonces un instante más á Eunice, que seguía postrada á sus pies, y se dirigió en silencio al triclinio.

Después de comer, ordenó le llevasen á palacio y en seguida á casa de Crisotemis, en cuya compañía permaneció hasta entrada la noche. Pero á su vuelta hizo llamar á Tiresias.

—¿Recibió Eunice los azotes?—le preguntó.

—Si, señor. Pero tú no has permitido que se le corte la piel.

—¿Te di alguna otra orden respecto á ella?

—No señor, contestó alarmado el mayordomo.

—Está bien. ¿A cual de los esclavos ama Eunice?

—A ninguno, señor.

—¿Qué sabes tú de ella?

Tiresias empezó a hablar con insegura voz y dijo: —Por la noche Eunice jamás sale del cubiculum, en el cual vive con la anciana Danae y con Ifida; después de que te viste, jamás penetra en los departamentos de baño.

Los demás esclavos la ridiculizan por esto, llamándola Diana.

—Basta—dijo Petronio.—Mi pariente, Vinicio, á quien la ofrecí hoy, no la ha querido aceptar; así, pues, puede quedarse aquí. Ahora, retirate.

—Señor, ¿permites que siga hablándote de Eunice?

—He ordenado que me digas todo lo que sepas.

—Toda la familia comenta la fuga de la doncella que debía ir á habitar la casa del noble Vinicio. Después de tu partida se me presentó Eunice y me dijo que conocía un hombre que podría encontrar á esa doncella.

—¡Ah! ¿Qué clase de hombre es ese?

—Señor, no lo sé; pero he creido de mi deber informarte del asunto.

—Está bien. Que ese hombre espere mañana en mi casa la llegada del tribuno, á quien pedirás en mi nombre que venga á verme.

El mayordomo se inclinó y salió. Pero Petronio púsose