Página:Quo vadis - Eduardo Poirier tr. - Tomo I (1900).pdf/282

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
272
QUO VADIS

—El me había comunicado antes á mi su intención. Y yo, que te conozco y conozco tambien tu amor á Cristo, le explique oportunamente que tú no eras el traidor, sino el mismo desconocido que había tratado de inducirlo á cometer ese asesinato.

—Era un espiritu maligno, y yo lo tomé por un ángel!

—dijo Ursus dando un suspiro.

—En otra ocasión hablaremos de eso; ahora debemos pensar en este herido.

Y así diciendo Glauco empezó la operación de reducir el brazo.

Aún cuando Crispo rociaba con agua el rostro de Vinicio, éste se desmayó por el dolor varias veces, lo cual era, empero, una circunstancia favorable, puesto que entonces no sentía el sufrimiento causado por la operación de volver á articular el brazo y de reducirlo.

Glauco fijó el miembro roto entre dos lablillas que aseguró con rapidéz y firmeza, á fin de mantenerlo sin movimiento.

Terminada la operación, Vinicio recobró de nuevo el conocimiento y vió delante de él á Ligia.

Estaba la joven de pié á su cabecera, sosteniendo en las manos una palangana de bronce en la cual Glauco de tiempo en tiempo introducía una esponja y con ella iba humedeciendo la cabeza de su paciente.

Vinicio miraba, sin dar crédito á sus ojos.

Lo que veía parecíale un sueño primero y luego una plácida visión producida por la fiebre.

Solo después de largo rato decir pudo en voz baja: —¡Ligial Lo palangana tembló en las manos de la joven al escuchar ese llamamiento; dirigió hácia él los ojos, en que había una expresión de honda tristeza y contestó en voz baja: —Que la paz sea contigo!