materia, es mucho lo que en su libro escribe el Sr. Laverde, todo ello muy digno de ser atendido y examinado aun por quien no esté conforme con todas sus miras; como nosotros, por ejemplo, que quisiéramos que la enseñanza pública y otras cosas, se emancipasen de la tutela del Estado, más de lo que al parecer juzga oportuno el autor de los ensayos.
Es el Sr. Laverde filósofo español, juzga que existe, quizás no bien clasificada, pero que puede clasificarse bien, una escuela de filosofía española, y discurriendo por esta tésis, tan seguro es su paso, tan recto el método con que expone la propia y las ajenas doctrinas, y tanto el acierto con que usa de los conocimientos que de esta y otras ciencias posee, que muy á las claras deja ver que se ha hecho dueño por su inteligencia y por un estudio vasto y detenido, de todas las materias de que habla. Católico nos declara que es, como filósofo y como hombre, y sin que él lo declarase nos lo revelarian sus escritos; pero entiéndase (advertencia por desgracia muy necesaria) que no lo es á la manera que está hoy en boga; el Sr. Laverde discute, no brama como una fiera rabiosa; humilla su razón á los preceptos de nuestro dogma religioso; pero no los manosea con irreverencia, sacándolos á cuento en todo y por todo, ni los confunde sacrílegamente con opiniones é intereses mundanos, no; los opúsculos del Sr. Laverde, prueban que su piedad y sus creencias son sinceras, que nada tiene que ver este escritor con los plagiarios del iracundo publicista francés Luis Veuillot, cuyos afectados y estrambóticos alardes de fanatismo religioso, con los que envenenan todas las cuestiones políticas y literarias, pueden traducirse por el afan de aparecer cada cual más celoso que su vecino en esto de trabajar porque cuanto antes se nos prive del agua y del fuego á los pícaros liberales.
Hay en el libro de que hablamos algunos estudios de crítica literaria, en los que acredita el Sr. Laverde tener buen gusto, ciencia y rectitud de juicio. Mucho ganarimos con que hombres como el Sr. Laverde se dedicasen á esta clase de trabajos; ellos servirian de guia al público y á los autores, despertando en el primero el amor á las letras y llamando á los segundos al buen camino. Algunas de sus críticas literarias nos han traído por su valor á la memoria el nombre siempre digno de amor y de respeto de Lista; con quien, sea dicho de paso, es injusto el Sr. Laverde al afirmar que figuraria como poeta al lado de aquel y de Reinoso, D. Pedro Montengon, si como ellos hubiera sido dueño de la lengua en que escribia. A nuestro ver esto no es exacto: á Montengon le faltaba algo más que la frase para escribir poesías; grande era su talento y mucho su saber, pero no habia nacido poeta; Lista y Reinoso lo eran ambos.
El libro del Sr. Laverde está precedido de un discreto y elegante prólogo de D. Juan Valera.
Breve noticia sobre la Historia de la Rumania. — Discurso leido en la Universidad central, por D. A. Vizanti, al recibir la investidura de Licenciado en Filosofía y Letras. — Madrid, Imprenta de Rivadeneyra.
Esta obrita ofrece mayor interés del que es comun en las de su clase (por bien pensadas y escritas que estén) no sólo por el que inspira la circunstancia