No hace todavía un año, al penetrar por la puerta de una de nuestras primeras corporaciones científicas, reunia en los estrechos límites que un discurso de entrada en esta clase de Cuerpos ha de tener necesariamente, los resultados del trabajo de muchos años y la afición constante que á esta clase de estudios y al mejoramiento de nuestras cárceles y presidios he consagrado desde hace largo tiempo. Con ese mismo propósito y con el afán de que en nuestro país se haga algo en tan gravísima cuestión, me he resuelto de nuevo á tomar hoy la pluma.
No hay un periódico que no llame todos los dias la atención del Gobierno sobre el número crecido de los penados que ocupan nuestros presidios, y de los peligros que hay para la higiene y la sociedad de la continuación de tantos hombres encerrados en tan corto espacio, y sin embargo, en un país que posee muchas islas faltas de cultura, por no haber en ellas habitantes con relación á su territorio, y estos sin condiciones para el trabajo, el Gobierno permanece sordo un dia y otro dia, y no le animan á dar un paso en la reforma de nuestro sistema penal, ya que no sea las ventajas directas que para el país habría en esta colonización, los saludables resultados que están dando esfuerzos análogos, á los que