Dominado del amor á la ciencia, habia logrado allegar en París copiosas colecciones de aves, plantas y minerales, que eran admiración de doctos extranjeros; y como es ingénito afán en el verdadero sábio que fructifiquen, en honra y provecho de todos, las conquistas de su actividad y de su inteligencia, movióse el diligente Franco Dávila á ofrecer á Carlos III, para que redundase en bien de la cultura española, su ya ambicionado gabinete. Aceptó aquel Príncipe la generosa é ilustrada oferta; y «persuadido del lustre que resultaria á la nación de tener un estudio tan completo, en que aplicarse á aquella utilísima ciencia y un maestro tan hábil en ella» [1], ordenaba la traslación á Madrid de tan preciosos objetos, instituyendo Director del Museo al mismo Franco Dávila, premio justo á su saber y pago merecido de su infatigable laboriosidad y noble celo.
No se satisfizo éste con tan insigne prueba de la gratitud nacional, como no se agotó en Carlos III el anhelo de engrandecer aquel naciente Instituto; y ejercitando el Director su inteligente actividad y segundando el Monarca sus acertadas disposiciones, excitóse vivamente el entusiasmo de los entendidos, con lo cual crecieron en gran manera las primitivas colecciones, siendo ya posible en 4 de Noviembre de 1776 abrir á la pública inspección el Museo de Ciencias Naturales en el mismo edificio y local que todavía ocupa. Cinco años cumplidos se habían necesitado sin embargo para la instalación de tan útil establecimiento: los departamentos organizados y clasificados, conforme á los conocimientos científicos á la sazón poseídos por Dávila y sus asociados, fueron cinco: la sala llamada de minas, la de piedras, la de vasos de piedras preciosas, la de petrificaciones y la de antigüedades. Carlos III reconocía, al dar su aprobación al último departamento, que era ya mengua de la nación española el que no se hubieran recogido en un centro, y ordenado para servicio del arte y de la ciencia, las antigüedades patrias; y llevado de este civilizador pensamiento, favorecía y aun premiaba los trabajos de los arqueólogos y aficionados, viendo en breve acaudalarse las colecciones que él mismo habia regalado al gabinete etnográfico. Lástima fué en verdad que un Príncipe que tan grandes esfuerzos habia empleado, como Rey
- ↑ Real cédula de 17 de Octubre de 1771, dada en San Lorenzo del Escorial.