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la múltiple cultura de todos los pueblos, atados allí por sus heróicos hijos al carro de sus triunfos: la religión, las costumbres públicas y privadas, las artes industriales y aun las bellas artes, profesadas por todos aquellos pueblos, hablan llamado desde los primeros dias de su conquista la atención de nuestros populares historiadores, siendo en verdad deuda sagrada para España la obligación de trasmitir á las venideras ediades los monumentos, que testificaban aún la existencia de tan peregrinas culturas.

Comprendiéronlo asi loa fundadores del Museo de Ciencias Naturales; y si bien no podian ignorar que el orgullo de los antiguos Vireyes y Gobernadores habia traido á la Península con harta frecuencia numerosos y ricos trofeos de nuestras opulentísimas colonias (de que todavía existen en poder de algunos magnates muy notables colecciones) atendieron con inusitada solicitud á recoger los reatos de aquellas primitivas civilizaciones en el suelo inismo en que fueron sorprendidas por nuestros antepasados, ya recomendando á los delegados del Gobierno su adquisición y remisión á la metrópoli, ya dando encargo especial para lo mismo á los capitanes de la Armada, que cruzaban aquellos mares, ya en fin comisionando hombres científicos, para que con mayor conocimiento de causa pudiesen contribuir á la realización de aquel ilustrado propósito. —Fué así, en efecto, cómo en 1786 el capitán de navío D. Antonio de Córdoba, allegó de los indios peckeries, que pueblan el Extrecho de Magallanes, armas, adornos personales, artefactos y muebles, que vinieron luego á figurar en el gabinete etnográfico; cómo en 1788 el Corregidor de la provincia de Mindoro, en Filipinas, entregó con igual intento al botánico D. Juan Cuéllar hasta once cajones de preciosos objetos, en que se contaban curiosidades del próximo imperio de la China; cómo en 1789 las fragatas Paz y Dolores vinieron de Manila cargadas de preciosidades de análoga procedencia; cómo en el mismo año se recibían de Buenos Aires, del Perú y de Guatemala, con muy estimados fósiles, crecidas remesas de antigüedades arquitectónicas, ídolos, armas, exornes, muebles y otros mil objetos de extraordinaria rareza; y cómo en fin de Montevideo, de Mueva España, de Chile, de Nueva Granada, y de otros muchos puntos de la que fué nuestra América, menudearon en los siguientes años los copiosos envíos, repitiéndose en grande escala los del Perú y de las Islas Filipinas; todo con honra de botánicos y naturalistas tan celebrados