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un rellano recubierto de una armazón de madera y de un tejadillo cuyas tejas rotas sembraban las losas de la escalera. Tiré de la cuerda de una puerta a la izquierda, y entré. No olvidaré jamás aquel espectáculo. La cámara era vasta.. Ocupaba todo el espacio contenido entre los muros de la torre. Recibía la luz por dos grandes ventanas con cruceros de piedra, cuyos vidrios, polvorientos y quebrados, estaban engastados en losanges de plomo. Formaban el techo gruesas vigas ennegrecidas por el humo; el pavimento era de ladrillos. En la alta chimenea, cuyas jambas eran de madera toscamente estirada, pendía de los lla res un caldero lleno de patatas, bajo el cual humeaba una rama que ardía por un extremo.

No había en la habitación otros muebles que dos butacas de alto respaldo, de madera tallada, tapizadas de una tela cenicienta, cuyo color primitivo era imposible adivinar; una gran mesa, que cubría, la mitad, un mantel de cáñamo crudo, donde estaba envuelto el pan, y la otra mitad, papeles y libros confusamente amontonados; y, por último, un lecho de columnas carcomidas, con cortinas de sarga azul, recogidas en derredor de las columnas para dejar que entrase el aire de la ventana abierta y jugasen los rayos de sol sobre la colcha.

Un hombre joven todavía, pero extenuado por la consunción y la miseria, estaba sentado en el borde del lecho, y ocupado, en el momento en que abrí la puerta, en desmenuzar pedazos de pan