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terías, sus ligerezas o sus profanaciones, a excepción del amor de Antonia, que no era más que una hechicera puerilidad de sentimientos, una flor desprendida del tallo antes de la hora del perfume,

VIII

Fuera de esto, & quién era aquella mujer? ¿Era un ser como yo, o una de esas apariciones, uno de esos meteoros vivientes que atraviesan el cielo de nuestra imaginación sin dejar en él otra cosa que un rápido deslumbramiento de los ojos?

¿Era de mi patria, o de alguna patria lejana, de alguna isla de Oriente o de los trópicos, adonde yo no podría seguirla, después de haberla adorado unos cuantos días para tener que llorarla por siempre? Y luego, ¿era su corazón libre de responder al mío? ¿Era verosímil que semejante embriagadora beldad hubiese cruzado el mundo, y llegado a una madurez casi lindante con el ocaso de la juventud, sin haber estrechado entre sus brazos a alguno de los que sus ojos habían contemplado al pasar? Tenía padre, madre, hermanas, hermanos? No estaría casada? No habría en el universo un hombre separado de ella momentáneamente por circunstancias inexplicables, pero que vivía de su corazón, como, sin duda, ella vivía del corazón de él?