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Amalia D. Soler

y si algo niega en la tierra
es para darlo en el cielo.
Sólo su herencia retarda
á aquellos desventurados
que los mira dominados
por una pasión bastarda.
Por la envidia, cuyo afán,
al hombre lo precipita,
y tras su huella maldita
todos los crímenes van.
Al cielo le pediré
que no conozcas la envidia;
que aquel que con ella lidia,
pierde en el mundo la fé.
Y la fé es el gran tesoro
que enriquece nuestra vida;
cuando perdemos su egida
de nada nos sirve el oro.
Con la fé nuestra razón
comprende de Dios el nombre,
porque la fé es para el hombre
¡la tierra de promisión!

1873.