y el hombre, porqué tiembla y la inquietud concibe?
Porqué aun no ha comprendido la historia de la cruz!
Y aceptan, ¡pobres locos! mentira tras mentira,
y absurdo sobre absurdo con ciega convicción;
y creen que del Eterno se calmará la ira
con su martirio lento: ¡qué necia aberración!
Y duermen sobre el suelo, y aún niegan á sus labios
el don de la palabra, ¡oh cuánta ceguedad!
creyendo que un Dios justo perdona sus agravios,
á aquel que se convierte en torpe nulidad.
Si Dios no quiere al hombre parásito en la tierra,
si El dijo á los mortales: multiplicaos, creced...
si en el celibatismo, la hipocresía se encierra,
porque nuestra materia nos dice: obedeced.
Hace ya muchos años que con profunda pena,
miré á una hermosa joven que el claustro prefirió
á una familia humilde que cariñosa y buena
la senda de su vida de flores alfombró.
Su padre (que era anciano) con voz desgarradora
decia mirando al cielo con indecible afán:
«Señor, eres injusto: en mi postrera hora
¿qué manos compasivas mis ojos cerrarán?»
Aquel dolor inmenso, aquel profundo duelo...
dudar me hizo un instante del Rey de la creación,
¡imbéciles mortales; rasgad el negro velo
que puso en vuestra mente fatal saperstición!
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