Dios quiere de familia el lazo sacrosanto,
dos almas que comprendan que amarse es un deber,
no reclusión estéril ni el infecundo llanto,
sino la unión bendita del hombre y la mujer.
Si la moral cristiana nunca exigió cilicios,
ni bárbaros azotes, ni ayuno y soledad,
si sólo pide al hombre, se aleje de los vicios
y sea un tipo perfecto de amor y de humildad.
¿De qué sirve que al cuerpo lo cubra la estameña
si guarda el pensamiento un mundo de ambición?
De monjes y de frailes, la historia nos enseña
que límites no tuvo su gran dominación.
¿Qué dijo S. Ignacio cuando dejó este mundo?
os lego él universo, seguid y adelantad.
¡Político gigante, cuyo saber profundo
esclavizó á su antojo la humana sociedad!
Lo que instituye el hombre, el tiempo lo desquicia,
porque su falsa base le obliga á sucumbir;
en cambio siempre vive la celestial justicia,
para ella no hay presente, ni ayer, ni porvenir.
Asi, pobres mortales, dejad el loco empeño
de votos y promesas, cilicio y soledad,
del torpe fanatismo, dejad el triste sueño,
y las divinas leyes humildes practicad.
Cumplamos lo que dicen los santos mandamientos;
amemos al Eterno con todo el corazón,
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Amalia D. Soler