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Amalia D. Soler

y buscaba un ser amigo, que no le abandonara en sus horas de agonía.

Fuí contigo muchas veces a visitar los templos, en esa hora de reposo, en que el crepúsculo vespertino nos envuelve con su manto de bruma y vapores.

Yo miraba los altares, escuchaba las monótonas oraciones de los fieles, y te decía: yo no encuentro nada aquí. — Pues dónde lo quieres encontrar? replicabas tú con alguna acritud. — No lo sé, repetía yo con tristeza; pero en el campo encuentro más consuelo que aquí.


II

Las revoluciones son las mensageras del progreso, los cataclismos sociales van trazando la senda que ha de seguir la civilización, y á España también le llegó la hora bendita de dar un paso adelante. Sus reyes, por derecho divino, fueron expulsados, y la palabra libertad resonó en la patria de Guzmán el Bueno, como había resonado antes en los Estados libres de América, en los Cantones de la Suiza y en la vecina Francia.

Los sectarios de Lutero vinieron con su Antiguo y Nuevo Testamento, y presenta-