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RAMOS DE VIOLETAS

¿Enrique era feliz? De todo había,
pues por ley natural, ambicionaba
mucho más que la suerte le ofrecía.
Adquirió con trabajo un gran destino,
pues era de un ministro secretario,
y aunque es harto escabroso ese camino,
por su aplomo y su acierto extraordinario,
llegó á ser accesorio indispensable,
y el que consigue hacerse necesario
en una sociedad en que tanto sobra,
puede decir, cual César dijo un día:
Yo vine, vi y vencí: ésta es mi obra.

Por suerte ó por desgracia para Enrique,
un carnaval llegó con sus disfraces,
con sus bailes, sus galas, su ruido,
y sus ensueños breves y fugaces.
Como natural, tomó en la fiesta
la parte que á su edad correspondía;
mucho más que en festines y en saraos,
era donde su ingenio más lucía.
En un baile de trajes de gran tono,
se hallaba Enrique lleno de ilusiones,
cuando vió ante sus ojos una dama
bella cual la soñaron los amores.
Era alta, esbelta, pálida y graciosa,
de perfecciones mil rico tesoro,
dejó en sus labios su carmín la rosa,
y en sus cabellos su esplendor el oro.

Era uno de esos seres ideales
que miran los poetas en las brumas,