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Ramos de violetas

»no tiene tu mañana ningún fatal arcano,
«estudia, imita, signe al mártir de la cruz.
»De la conciencia escucha el eco misterioso,
»el mágico sonido que hiere al corazón,
»y así tendrá tu vida dulcísimo reposo
«llegando al heroísmo tu santa abnegación.»
«Seguí de tus consejos la senda bendecida,
dejé mi patrio suelo, lancéme á pelear,
y consagré afanoso las horas de mi vida,
al noble pensamiento de creer y de esperar.
El campo de batalla laureles dió á mi frente,
y heridas que á mi cuerpo le hicieron decaer.
Por muerto me dejaron, y un ángel inocente
con fraternal desvelo la vida dió á mi ser.
Un alma enamorada, su cándida ternura
impresionó mi mente, cuando me dijo así:
«Enrique, ¿qué te aqueja, qué causa tu amargura?
»Yo siento al verte triste lo que jamás sentí.
»¿Qué tienes? Habla, dime, confíame tus dolores,
»yo quiero consolarte y ser tu ángel de paz;
»yo quiero que tus ojos contemplen siempre flores,
»que plácida esperanza color le dé á tu faz.»
¡Raquel! la hermosa niña me amaba y no sabía
lo que era aquel desvelo y aquella agitación.
Ingénua y candorosa, luchaba y me decía
la historia que guardaba su joven corazón.
¿La amaba yo lo mismo? ¡Ay! no; yo recordaba
á una mujer hermosa, satánica... infernal;
con delirante anhelo su imágen evocaba,
aunque ha sido en mi vida aparición fatal.
Pero Raquel me amaba; y dije así: «mi vida
la debo á sus cuidados, por ella renací;