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da al cuerpo en el rudo oficio de voltear las campanas.

El tío Basilio... Pero ¿qué digo? El tío Basilio merece capítulo aparte.

II

El traidor y su sobrina.

Era el hombre más perverso de Villahonda, y más feo del mundo. Aquella espalda encorvada, aquella cabeza monumental, puesta al extremo de un cuello larguirucho como una calabaza en la punta de una pipa; aquellos ojos pequeñuelos, verdes y procaces, a cuyos cristales parecía asomarse el alma de un demonio burlón e insolente, no tenían igual en muchas leguas a la redonda, como tampoco era empresa fácil hallar otro espíritu más miserable y contrahecho en toda la esfera terrestre. Pensábase, observando al tío Basilio, que cada arruga, corcova o fealdad de la carne, corresponde a otra deformidad del ánimo; cada paso de sus desgarbadas piernas, a un traspiés moral y a un mal propósito.

Así como Dios al crearlo feo le creó malo, al hacerle casado le dió una pareja digna de sus virtudes. La tía Requiescat era una lengua de arpía en un cuerpo de Medusa, y merecía ser la esposa del campanero de Villahonda. Todo era, pues, congénere y adecuado en aquel tugurio de la torre