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lla era la noche de Nochebuena: la noche del mantel limpio y de la cena abundante; la única noche en que la gula no es pecado capital.

V

Filosofia compatible con una digestión.

María Juana había venido desde Polvoranca a pie para unirse a su hijo. El camino, con ser tan yermo y desolado, habíale a ella parecido hermoso, lleno de vegetación pasmosa, de encantos inefables. Los gorriones, que, medio helados, piaban de hambre y frío en las zarzas, le decían a María Juana: ¡Qué hermoso día! ¡Qué dichosa está hoy la naturaleza porque hoy vas a ver a tu hijo!

Un carro de estiércol que, arrastrado por moribundo jaco, iba a las huertas del Llusio, le pareció a María Juana la carroza del triunfo. Llegó a Madrid. Ella odiaba a Madrid porque Madrid tenía preso a su hijo en aquella invisible cárcel que se llama la disciplina. Pidió permiso al sargento; fué concedido; citó a su hijo en aquel figón, donde ella había hecho preparar una libra de sardinas y un cuartillo de Cariñena. La cena fué, pues, espléndida. Agape de sentimientos, en que se devoraron más besos que manjares.