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»Muchas veces hemos hablado de esto. Muchas me lo ha dicho: «Yo consulté las inclinaciones de »cada una de mis hijas, y no era preciso ser un »zahorí para descubrir en Narcisa una inteligencia »más emprendedora, una valentía de espíritu supe»rior a la de su hermana, una iniciativa resuelta y »gallarda, con que imponía desde pequeña a todos »los de la casa hasta el más insignificante de sus caprichos. Por el contrario, Eladia es la timidez en persona. ¡Qué sensibilidad la suya! La sola idea de apartarse de Villar Don Lucas, de mí y de »su hermana, marchando lejos de aquí, a vivir en»tre gentes desconocidas, en un colegio, donde se encuentra todo menos el cariño de la familia, con lo que parece realizarse el principio universal del sequilibrio, que, así en lo físico como en lo moral, »rige a las cosas, pues mientras la inteligencia hace »su campaña aprendiendo, el corazón descansa de »»la suya en los cuarteles de invierno de la indife»rencia; esta idea, repito, le llenaba los ojos de lá»grimas... Aun quedando conmigo, cuando su her»mana marchó, en ocho días no pude ver sus ojos »sin llanto... ¡Pobre Eladia! Tú no sabes qué perla »te llevas. Una palabra dura matará a mi hija; un »desaire de su marido hará encogerse sobre sí mis»ma a su alma, como caracol herido, y morir en»cerrada en la concha de la resignación dolorosa.» »Si después de tener en cuenta estas advertencias sobre el carácter de Narcisa y Eladia aun sigues censurando a don Sandalio, será preciso convenir en que eres muy injusto.

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