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Los anteriores sucesos, noticias, retratos e impresiones nos fueron remitidos desde Villar Don Lucas por un amigo nuestro que en aquel pueblo reside de temporada. Enviónoslos, y en la carta con que los acompañaba nos decía así; «No sería del todo falta de interés la historia de unos amores raros que aquí sienten dos hermanas por un abogadillo. Yo procuraré tener a usted al corriente de estos amores que han trascendido al pueblo y son objeto de la conversación. Hacen notar las gentes cómo, naciendo dentro de una misma familia seres de tan diversa condición moral como Narcisa y Eladia, una ley fatal, dura y terriblə obliga a ésta a ser sacrificada en aras del bien de los otros; y con filosofía vulgar, de muy buen sentido, afirman que quien principalmente podía impedir tan injusta e irritante lógica de los caracteres es el padre, educándolos de modo que, enderezados en sus torceduras, remediados en sus defectos, corregidos en sus yerros, limitados en sus demasías, y alentados en sus desmayos, cada uno adquiriría aquello que le faltase y le fuera más necesario para la lucha de la vida. Pero yo creo—no sé si usted pensará como yo—que los padres no tienen obligación de ser filósofos, y que su mismo ca—riño les ciega la razón natural, no viendo claro, como es preciso, para imponer la medicación espiritual que el vulgo quiere, a sus hijos y hechuras.

Por otra parte, y en lo que al caso concreto de Eladia y Narcisa atañe, aún no puede decirse que sea aquélla la sacrificada, por más que es presu-