Puedo asegurar que, á pesar de la distancia que separa ese tipo de nuestro ideal estético, no podía menos de detenerme por momentos á contemplar la elegancia nativa, el andar gracioso y salvaje de las negras martiniqueñas.
"Pero cuando esas condiciones sobresalen realmente, es cuando se las vé, despojadas de sus lujos y cubiertas con el porto y sucio traje del trabajo, balancearse sobre la tabla que une al buque con la tierra, bajo el peso de la enorme canasta de carbón que traen en la cabeza... Al pie del buque y sobre la ribera, hormigueaba una muchedumbre confusa y negra, iluminada por las ondas del fanal eléctrico, Eran mujeres que traían carbón á bordo, trepando sobre una plancha inclinada las que venían cargadas, mientras las que habían depositado su carga descendían por otra tabla contigua, haciendo el efecto de esas interminables filas de hormigas que se cruzan en silencio. — Pero aquí todas cantaban el mismo canto plañidero, áspero, de melodía entrecortada. En tierra, sentado sobre un trozo de carbón, un negro viejo, sobre cuyo rostro en éxtasis caía un rayo de luz, movía la cabeza con un deleite indecible, mientras batía con ambas manos y de una manera vertiginosa, el parche de un tambor que oprimía entre las piernas, colocadas horizontalmente. Era un redoble perma-