encontrar mucho nuevo : los recuerdos de un hombre que ha estado en contacto con la flor y nata de los literatos de aquella nación privilegiada ; las picantes observaciones que presagiaba el sostenido prurito de excepticismo y cierta sal andaluza que campea con galana finura en muchos pasajes de este libro.
Mi curiosidad, sin embargo, no fué del todo satisfecha. La Nueva Revista había publicado ya (1881) un interesante artículo de D. José Caicedo Rojas, sobre la poesía épica americana y sobre todo colombiana (I) ; un importante y eruditísimo (1882) estudio de D. Salvador Camacho Roldán, sobre la poesía colombiana, á propósito de Gregorio Gutiérrez González (2) ; y finalmente (1883) un notable juicio de D. Adriano Páez, sobre José David Guarin (3). En esos artículos se entrevé la riquísima y fecunda vida intelectual de aquel pueblo ; pasan ante los ojos atónitos del lector centenares de poetas, literatos, historiadores, críticos, etc. ; se descubre una producción asombrosa, una plétora verdadera de diarios, periódicos, folletos y libros.
Y el que está algo al cabo de las letras en Colombia, aunque resida en Buenos Aires, conoce su nu
(1) Véase: primera serie, tomo III, pág. 350-377.
(2) Véase: primera serie, tomo IV, pág. 225-290.
(3) Véase: primera serie, tomo VI, pág. 161-181.