Es probable; es casi seguro que no le faltará en su
carrera esa nota terrible. Abunda en este mundo la
pequeñez, y ¡ay de los odios de los pequeños! Son
tanto más terribles cuanto mayor la pequeñez. Si
eso le sucede, consuélese el poeta: — no se odia á los
mediocres. Y la carencia de enemigos demuestra
muchas veces tan sólo falta de superioridad.
Un joven crítico argentino, cuya palabra debe te-
ner especialísimo valor para el autor de este libro,
ha dicho con suma razón en ocasión análoga : ** En-
tiendo que una palabra desapasionada, que no se
puede suponer hija de la envidia ni de la adulación,
debe agradar á un joven autor que ve sonriente
el porvenir, y creo que aunque no le agrade, es la
única que debe pronunciarse en sus oídos. De otra
manera, la crítica, por modesta que sea, se convierte
en un incensario ó en una diatriba: incensario,
cuando coloca en frentes sin arrugas los laureles de
los que han envejecido cultivando con éxito un in-
genio poderoso; y diatriba, cuando desconoce los
méritos verdaderos, dando rienda suelta á las pa-
siones innobles que suelen agitar el corazón hu-
mano... ”