LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 365
Es también probablemente la razón por qué los en- sayos generales pocas veces satisfacen ni permiten formarse exacta idea de la partitura.
Pero el público de Colón parece contribuir á fal- rear bajo este punto de vista la recta apreciación de las óperas. Es fácil observar que se deja arrebatar con demasiada frecuencia por entusiasmos inconsi- derados ; aplaude con exageración, exalta al cantor y lo obliga á pesar suyo á forzar las notas para arrancar nuevos aplausos. Nuestro público, según opiniones competentes, aplaude los extremos del re- gistro, las notas demasiado elevadas y las demasia- do graves.
No quiere esto decir que participe de la opinión pesimista de los que creen que en nuestros días el "arte del canto" se ha convertido en el " arte del grito", como dice Berlioz, pero no puedo menos de reconocer que el frenesí de los espectadores llega á su paroxismo ante las notas agudas de Tamagno ó de Battistini, y las graves de la Borghi-Mamó ó de la Scalchi-Lolli.
Nadie puede negar que la voz de Tamagno es de una fuerza extraordinaria, y que si le falta senti- miento y quizá escuela, le sobra desprendimiento, pues usa y abusa de un órgano realmente privile- giado. La Borghi-Mamó, consumada artista como