sin embargo, en todas partes, — los mal preparados alumnos de los colegios nacionales, en mérito de simples certificados, se incorporan á aquella.
Desgraciadamente de ahí resulta que nuestras Universidades estén próximas á ofrecer el desconsolador espectáculo con que la Universidad de Madrid hizo decir á don Manuel de la Revilla, hablando de los estudiantes madrileños: "Son en su mayoría chiquillos desprovistos de juicio, de educación y de hábitos universitarios, cuyo mayor empeño se cifra en convertir la clase en una plaza de toros" (1). La alta enseñanza científica es imposible con semejante auditorio, y éste, falto de la necesaria preparación para comprender á sus profesores, concluye por cansarlos y obligarlos á que bajen el nivel de la enseñanza, convirtiendo el curso universitario en una clase de preparación para el examen. Triste es decirlo, pero es la verdad : la mayor parte de nuestros profesores, salvo honrosas excepciones, se han visto contra su voluntad reducidos á desempeñar el papel de los repetidores franceses, maestros que sólo tratan de adiestrar al alumno en las respuestas á las preguntas del programa.
(1) Véase La Instrucción Pública, del 15 de octubre de 1875, Madrid.