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ne PAGINAS INMORTALES

—Alto, cobardes! Td á buscar al enemigo donde debéis encontrarlo, pero no vengáis á desahogar vuestras pasiones enconadas ch una mujer inde- fensa.

Desconcertado el oficial y á punto de cometer un asesinato, paseó una mirada vengativa á su alrede- dor, y como si hubiese encontrado á un tiempo ven- ganza y castigo sin mancha para él, gritó con voz estentórea y ademan que no admitía réplica Di de- mora:

—A ver, incendien la casa por sms cuatro costa- dos!

Por combinación acertaba á encontrarse cerea del pie de la indignada señora el tradicional brasero, conteniendo el agua para el mate, —tan frecuenta- do entonces- y haciendo ésta rodar brasas y bra- sero hasta las pies de los soldados atónitos, señalando 4 los que iban 4 Imscarlo:

-—Ahf tenéis el fuego. Atrevéos, miserables!

Dominados los soldados por la centellante mirada de Doña Paula, después de un momento de silencio «e bien podría traducirse en estupefacción, el of- cial se desahogó en amenazas, y volviendo la brida á su caballo se alejó con los suyos dejando cseapar un torrente de maldiciones,

Terminada la guerra de la Independencia, esta mujer extraordinaria abandonó la alta sociedad en que vivía y descendió á las miserias del pueblo de- rramando por todas partes socorros, auxilios, con- suelos y favores.