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Hasta hace poco, vivia en la ciudad de Salta, una distinguida matrona santiaguefia, en cuyo semblante bastante agraciado afin, se notaban hue- Mas de incomparables sufrimientos. Esta valerosa argentina,—fuerte como la mujer del Evange1io,— era Dofia Agustina Palacios de Libarona, conocida por La -nuirtir del Bracho, en cuyo lugar habia vi- vido casi tres afios con su esposo victima. de cruel- dades inauditas, y que ella compartié h-eréicamente, presentando una muestra de fidelidad conyugal su- perior é todo elojio.
Ninguna pintura podria hacerse con més vivos colores, ni més patéticos detalles, que la propia re- lacién de sus padecimientos, trazada por ella mis- ma sin ninguna regla del arte, pero si con la mayor naturalidad.
E1 esposo de esta heréica mujer, cuya narracién haremos conocer é grandes rasgos, habia tomado participacién casi involuntaria en una fracasada revo1u.ci6n para derrocar a1 sanguinario Ibarra, Go- bernador perpétuo de Santiago del Estero durante