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se proclamaba. Entre ellas las más notables fueron las Vicytes, vulgarmente llamadas y conocidas así por los contemporáneos de aquella época, para de- sienar las patriotas de ese día.
En vísperas de organizarse el ejército expedicio- nario que debía marchar al Alto Perú, ya sea que no hubiese fo:dos suficientes para prepararlo y sostenerlo, ó—emno bien cdlice el señor Carranza— lo que es más probable que se quisiese comprometer al público en la cansa por su independencia, el easo es que con fecha 7 de Junio de ese año se dictó una resolución gubernativa, por la que, desde ese dia, quedaba abierta en easa dlel vocal Azcuénaga una suscripción popular voluntaria, euyo producido se destinaría íntegro á la expedición que había pedido £l pueblo á la Junta.
En pocas horas, el éxito más satisfactorio coronó laz aspiraciones de sus inteladores.
Las mujeres porteñas, en esta emergencia, supie- ron mostrarse como siempre á la altura de sus más bellos sentimientos, Los papeles públicos recordan- do las acciones generosas de aquellos días en que vayó la aurora de la libertad, han consagrado los nombres de infinidad de señoras que, encabezadas por la ilustre patricia Doña Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña. contribuyeron con mano pródiga al sostenimiento de esa primera agrupación armada «ue cinco meses después obtenía su primer victoria en las márgenes del Suipacha.
Después del desastre de lMuaquí, en el Alto Perú, las tropas argentinas en número de mil doscientas,