castellano, era piadoso, amante de sus paisanos, carlista de corazón; estaba firmemente persuadido de que el Chori por servir á la causa de su Rey era la victima, y asi fué que lloroso lo mismo que un niño, y balbuciendo en mala dicción y peor acento, le dijo:
«Tú estar Chori..... tú estar muerto!.....»
El Chori se palpó de arriba á abajo sin apartar los asombrados ojos del sacerdote que prosiguió exhortándole en esta forma: «Tú agarrarte á Cristo, que estar bueno; tú dar dinero á misas, tu no tener machos más, tú no tener cuerpo, tú estar muerto, Chori, y francés matar á tí!.....»
Aqui se arrojó el cura de rodillas ante su penitente para darle sin duda ejemplo de resignación y de humildad, y todos los oficiales legionarios, los más sin apartar las pipas de los labios, y los otros sin soltar los vasos de la mano, miraban en silencio aquella escena.
Convéngase en que la salutación del cura al Chori, era harto fuerte para dejar turbado el ánimo más sereno. El Chori en efecto, vaciló al anuncio entre la incertidumbre de la vida y la muerte, y abatió la frente á la manera de león que siente el golpe de la bala en la cerviz y queda por momentos aturdido.
Mas se repuso de súbito, y como león en el desierto que bota sobre la arena salvando la serpiente, saltó, votó, bolo por encima del cura, arrolló á los oficiales, y ganando la puerta á todo escape, más era gamo ahuyentado, que león sorprendido en campo libre.
El cura de Aquerreta á quien la piedad prestaba fuerzas, emprendió á correr tras el fugitivo, creyendo alcanzarle siquiera con la voz antes de que le mataran inconfeso aquellos crueles enemigos de la causa de Dios que le tenian condenado.
El sacerdote creia imposible que el Chori sacase libre el cuerpo de entre tantos contrarios, é iba á sus alcances para salvarle el alma. Mas el Chori le ganaba una ventaja tan sucesiva, que pronto le hubiera perdido de vista.
Asi iban el uno en pos del otro ya á distancia de la población á campo-traviesa, cuando cata que el ayudante montado á caballo, se apareció atajando al cura y le paró diciendo con marcado mal humor, que por él le fastidiaban otra vez mandándole de nuevo en su busca, y que si ahora no le seguia al trote de su caballo hasta la primera avanzada en que se hallaba puesto el reo en capilla, este seria fusilado sin su asistencia.