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Página:Revista de España (Tomo I).djvu/73

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los multiplican y los elevan á tanta magnitud que no puede ser más. De lo bueno de nuestro país todo lo ignoran sustancialmente.

Empiezan por hablar mal su lengua nativa, ó por hablarla, empedrándola de galicismos y faltas de gramática. Sujeto elegante conozco, que dice hayga é indiferiencia, pero que censura la más lijera falta de francés; que se encanta con los marivaudages de Feuillet y no entiende ó halla sándios los discreteos de Lope; y que condena por de mal tono y cursis los chistes de Breton y se extasía y califica de elegantísimos los más sucios equívocos del Palais Royal ó del más necio y obsceno vaudeville. Otras personas más sérias, y que no llegan á la ridiculez en esta manía, están asimismo muy descontentas y desengañadas de España, su patria; pero nadie se atreve en público á señalar los defectos que nota. En público se diria que anhelamos engañarnos, embromarnos y aturdiruos. Todo se nos vuelve hablar de Lepanto, Pavía, Otumba, San Quintin, el Cid, Pelayo, Cortés, Pizarro, Numancia, y otras mil y mil gorias, victorias y trofeos. En público no hay nada mejor que España. En particular, en secreto, al oido, nos decimos los mayores improperios. Esta hipocresía, esta doblez es repugnante: más valiera no adular tanto al vulgo, no lisonjear con palabras huecas é hiperbólicas la vanidad patriótica de los ignorantes; señalar y decir con franqueza nuestras faltas, y no creer al mismo tiempo, que sean tan graves, tan inveteradas y tan sin remedio. Pero la censura sobre cualquiera cosa de España, nacida del patriotismo más acendrado, si la hace en público un español, le expone á perder su buen nombre. En cambio en los cafés, casinos y tertulias, puede á salvo renegar de su país. En público, estamos ya hartos de oir decir, sobre todo á los absolutistas, que esta es la nacion más hidalga, más católica, más engendradora de héroes y de santos, y más inocente y gobernable, que imaginarse puede; pero confidencialmente, dicen esos mismos señores, y otros muchos, que esta nacion no se gobierna sino á palos, haciéndonos creer que ellos son quienes los merecen.

En suma, nos inclinamos á dos extremos igualmente viciosos.

La gente que no ha viajado ni leido, la gente de buena fe, y la demás gente, por lisonjearla, se figuran que nada hay mejor que España. España es un país eminentemente agrícola por la fecundidad de su suelo. Aquí todo se produce en abundancia. Andalucía, sobre todo, es la tierra de Dios y de María Santisima. El trono de