es condicion esencial de nuestro gran ser y valer moral y político.
En no pocas comedias y novelas del dia se nota un odio grande á la civilizacion moderna; firme empeño en apartarnos de la corriente de las ideas del siglo; y un espíritu de socialismo democrático—frai— luno que pone grima. En otras de estas producciones populares, para probar que nuestro atraso es inocencia, candor y religiosidad, se despliega una sensibleria empalagosa y simplona, que jamás ha sido prenda ni rasgo del carácter español, que se pretende retratar.
Borrow creia que las Batuecas existian en un rincon de España, pero estos autores convierten á toda España en Batuecas. Su estilo está en consonancia con lo melífluo y santurron del pensamiento: todo es pureza, dulzura, paz y caridad. Amanece, por ejemplo, en la aldea; y en la crucecita del campanario se refleja el sol naciente; y el cefirillo hace bu, bu, bu, en las hojas y ramas; y las manzanitas parece que dicen en los arbolitos, comedme, comedme; las ranas dicen cra, cra, en el estanque; y cantan los pajaritos pío, pío, pío, y el gallo quiquiriquí, y las gallinitas clo, clo, clo; y los niños que ya se han despertado, si bien están aun en las camitas, tan graciosos y robustitos, el cielo los bendiga y los haga unos santos, gritan, mamá, papá; y todos juntos forman un concierto que significa ó dice: «Bendito sea el Señor, que nos ha dejado amanecer y que nos ha dado un dia tan bello.» En suma, hemos venido á hacer de toda España una Arcadia á lo místico y á lo devoto, que la civilizacion extraña no podrá sino corromper y viciar. Es imponderable la fuerza que saca de estos extravíos el partido absolutista.
Nos tachan los extranjeros de ignorantes, y muchos españoles, en vez de probar que no lo son, hacen gala de serlo, se burlan del saber ó le rechazan como ponzoña. Por él se pierde la originalidad: así lo ha sostenido toda una escuela de poetas y de otros autores.
¡Yo, con erudicion cuánto sabria!
ha dicho en son de burla, uno, que, si en efecto hubiese sabido, valdria más que Byron y más que Goethe, á quienes, por culpa de su ignorancia, no alcanza ni con mucho.
Pero lo más singular y lamentable es que no pocos españoles, principalmente los que viajan ó leen, han acabado por formar sobre su patria un concepto tan malo como los mismos extranjeros. No solo conocen los defectos todos de España, sino que los exajeran y