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Página:Revista de España (Tomo I).djvu/90

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Algunas consideraciones generales

cendencia de ciertos raciocinios ni adoptar ciertos puntos de vista, sin haberlos sometido antes á un severo y rigoroso estudio IV.

El principio inquisitivo y de recelosas precauciones á que obedecen las leyes sobre la vagancia en general, y muy particularmente la que habrá de regir entre nosotros, si llega á sancionarse el proyecto que pende hoy de la deliberacion del Senado, parece y es realmente un contrasentido, si se tienen en cuenta los grandes medios de prevencion y represion que los adelantamientos de la civilizacion moderna en todos sus órdenes y esferas, ha entregado á la libre disposicion de los gobiernos. Se comprende que en la Edad Media, cuyas instituciones entorpecian, quebraban y anulaban á cada paso la accion de un poder que apenas nos atrevemos á llamar central ó soberano, se ocurriese la idea de embargar préviamente la persona del que, si no es criminal, está en la ocasion próxima de serlo, á causa de las muchas y poderosas dificultades con que habia de tropezar la justicia despues de cometido el delito para asegurarse del culpable. Los fueros privilegiados, las corporaciones, los asilos, las fortalezas señoriales, los comunes, los grandes feudatarios eclesiásticos, los diferentes reinos en que estaba dividida la nacionalidad española y otras diversas causas, favorecian considerablemente la impunidad y suministraban grandes facilidades para burlar la vigilancia de las leyes. Pero en las sociedades, tal como ha acabado de montarlas el siglo XIX; en estas sociedades en que el poder central ha barrido todas las resistencias que le oponian el clero, la aristocracia, las villas, los gremios, la amortizacion, las órdenes monásticas, las cofradías y otra multitud de creaciones sólidamente construidas; en estas sociedades en que el poder central es lo único que descuella sobre una superficie perfectamente plana y nivelada, no puede explicarse, la exageracion del sistema preventivo, tal como lo revela el proyecto de ley que analizamos. ¡Pues qué los telégrafos eléctricos, los caminos de hierro, el ensanche de las fronteras, los tratados de extradicion que hemos celebrado con casi todas las naciones, no hacen sumamente dificil, no hacen casi imposible que el criminal se esconda y eluda la justicia? Tenemos la policía política, la judicial y la municipal; la guardia civil, la