para cuya presidencia la opinión pública designó al ilustre ministro de Carlos III, Conde de Floridablanca, retirado y oscurecido en su convento de franciscanos de Murcia, en donde habia hallado asilo contra la persecución del hombre hasta entonces poderoso, pero que hubo de escapar milagrosamente del furor del pueblo en Aranjuez, en Marzo de 1808, buscando después amparo en los invasores. Aquel anciano respetable, murió apenas llegado á Sevilla en 1809, cargado de años y servicios, que recompensó España en sus últimos dias. Con todo, no por la muerte de su octogenario presidente, abandonó la Junta central su puesto y el cargo de centralizar el poder gubernamental.
La invasión progresaba no obstante rápidamente á la sazón, pues si bien en Bailen se habia demostrado que las águilas francesas, siempre vencedoras hasta entonces, no eran invencibles; á pesar del vigor de la nacional resistencia las numerosas y aguerridas huestes francesas obligaron á refugiarse en Cádiz los débiles elementos que constituían el naciente Gobierno de la España armada, pero decidida á resistir con todo esfuerzo y á todo trance á los invasores.
Ya reunidos en Cádiz los únicos elementos de gobierno de que el pais podia disponer, era natural que buscasen fuerza material y moral donde pudiera hallarse. La alianza con Inglaterra primero y principalmente, y la de Rusia después, fueron para España en aquella ocasión de gran valia en el orden material, pero no bastaba para llenar la primera necesidad del momento, cual era la creación de un centro de gobierno fuerte, que reconocido y acatado por toda España, utilizase con provecho los medios que el pais podia reunir contra los invasores y aprovechase las alianzas extranjeras que pudo adquirir.
No habiendo Rey, el ejercicio de la soberanía no podia disputarse á la nación, y el modo de ejercerla se lo habia facilitado oportunamente un decreto del mismo monarca en que se mandaba reunir Cortes, antiquísima y venerable institución que habia sido siempre la tabla de salvación á que se habia asido España en sus turbulentas y frecuentes revueltas y conflictos anteriores.