Página:Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres (Tomo I. Entrega V, pp. 129-160).pdf/21

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 148 —

querer encontrarlos instrumentos conque habían tallado las piedras, y, sobre todo, los cinceles que sirvieron para fabricar los adornos, pues no podía creer que hubiesen sido de fierro, por la dureza de las piedras, de modo que decía que sólo con puntas de brillantes podrían haber hecho ese trabajo, y el hombre buscaba diamantes...

Mas aún: sobre la torre de la iglesia de San Miguel se hallaba, á guisa de veleta, un gallo de lata dorado: pues á los vecinos se les antojó que debía ser de oro, y venciendo mil dificultades, y despues de un trabajo ímprobo, lo voltearon, dándose así un soberano chasco.

Los cuentos sobre tesoros escondidos son inacabables: hay quien asegura que en tal fecha llegó un cura y se dirigió al monte y no volvió á aparecer; otros dicen que otro cura hizo la misma operacion y traía un papel con unos signos marcados, y luego, al tiempo bajó por el rio con unas canoas cargadas, seguramente con los tesoros, y así por el estilo.

En cada antigua reduccion jesuita hay cientos de cuentos por el estilo y otros tantos pozos que la codicia ha hecho hacer á esos cándidos, cuyo tiempo perdido y sudor derramado, si lo hubieran empleado en sembrar maíz, habrían ganado, no uno, sino varios tesoros.

Pero tal es el poder de la leyenda y tanto alhaga la esperanza de convertirse en Aladin, que pasará mucho tiempo antes de perderse esas creencias.


XIV.—El Serpenton de Tacurú-pucú.


Muy cerca del Puerto de Tacurú-Pucú, al Norte, y próximos al Río Alto Paraná, se hallan perdidas, en el monte espeso, unas ruinas muy destruidas de una capilla del tiempo de los jesuitas.

Por lo que se ve aún de ellas, restos de muralla y zanja, en la época antedicha, este punto debe haber tenido poca importancia material; pero en lo que se refiere á la historia, las ruinas demuestran que allí se establecieron los jesuitas que venían conduciendo los restos de las reducciones del Guayra, en la desgraciada retirada que tuvieron que hacer ante los Paulistas y Tupís en 1631.

¡Funesta retirada de doscientas leguas rumbo Sur, por entre los montes y el Alto Paraná, acosados, en un gran trecho, por los Tupís, que mataban los rezagados, sin víveres, muriéndose de hambre, cuyos cadáveres cebaban á los tigres que concluyeron por atacar á los vivos! La desesperacion de los pobres prófugos llegó á tal punto, que las madres arrojaban á sus hijos de pecho para desembarazarse de la carga; y para completar este cuadro de horrores y de