Página:Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres (Tomo I. Entrega V, pp. 129-160).pdf/9

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 136 —

siguiente vieron en ese lugar rastros humanos y como andaban los Guayaquís por alli, pronto se dieron cuenta de que había sido uno de esos indios el autor del secuestro.

La costumbre de los indios, de robar criaturas y mujeres, es, hasta cierto punto, general en todas las tribus y razas que han considerado siempre á ambos como el mejor botín de guerra.

Además, he sabido que, no hace mucho, un cacique pidió, queriéndoselo llevar, á un muchacho, en un rancho, para enseñarlo á ser cacique, dando sin querer con ésto una prueba instintiva é inconsciente de seleccion de raza como elemento de superioridad.

Estos hechos demuestran, hasta cierto punto, que la leyenda del Yasy-Yateré debe tener su orígen en ellos, ampliada y modificada naturalmente, de un modo fantástico, por pueblos en que la Naturaleza ayuda, en gran parte, á sobreexitar sus cerebros ignorantes.

De cualquier modo, lo cierto es que, cuando el inocente pájaro lanza su grito en medio de la noche, las madres saltan del lecho asustadas, y juntando sus hijos, exclaman temblorosas:

El Yasy-Yateré!! El Yasy-Yateré!!


IV.—La leyenda del Ahó-ahó.


A don Patricio Gamon, respetable vecino del pueblo de San Lorenzo ó Güirapaí, sobre el Alto Paraná, debo la siguiente leyenda de los indios de las misiones jesuíticas de Jesús y Trinidad, que florecieron en el Paraguay.

Segun ellos, el Ahó-ahó, era un animal terrible, parecido á la oveja, con grandes garras, y que devoraba sin piedad á las personas que encontraba en el monte.

La única salvacion que había contra este terrible monstruo, era el subirse sobre una palmera, pues era árbol sagrado del Calvario.

Cualquier otro árbol era cavado por el Ahó-ahó con sus potentes uñas, y, el que había trepado sobre él, devorado inmediatamente.

No hay para qué decir que esta leyenda es de origen jesuíta y que tenía por objeto impedir que los indios salieran fuera del radio que tenían marcado en sus reducciones respectivas, á fin de que no desertasen, se perdieran en el monte, se los comiera algún tigre, que entónces eran abundantes, ó fuesen víctimas de los otros indios salvajes, que no dejaban de merodear por los alredores de las Misiones.

En cuanto á lo de la palmera, tambien tiene su razón, pues son árboles delgados, muy altos, y difíciles de trepar,