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En las calles de Buenos Ayres se ven por todas partes, Metiéndose hasta por debajo de los carruajes, y con un desenfado tal que parecen antiguos señores del campo. Anidan sin temor entre los acantos y volutas de los capiteles corintios que tanto abundan en nuestra arquitectura urbana; en Palermo, los Eucaliptos se llenan de sus nidos; los he visto en Belgrano, en Flores y en San Fernando, y me aseguran que ya se extienden hasta algunas leguas de Buenos Ayres por el lado del Sur.

Por lo pronto, destierran al Chingólo, el pájaro criollo por excelencia.

Vamos ahora á una cuestion importante,, que puede tratarse aquí, aunque no sea estrictamente de la índole de este trabajo.

¿Conviene el Gorrion en Buenos Ayres?

Hace algunos años se dictó en Hungría una ley de exterminio contra el Gorrion, por el daño que hacía, devorando una cantidad enorme de granos, y fue tan eficaz la ley, que al cabo de algun tiempo no quedó uno. Al año siguiente los insectos devoraron la cosecha; al otro lo mismo. Repitiéndose estas pérdidas, fueron consultados algunos naturalistas, y ellos declararon que se debía á la supresion de los gorriones. En efecto, los gorriones, que son granívoros, son muy voraces; pero, en la época de la cría, destruyen una cantidad enorme de insectos. Suprimido el Gorrion, tomó incremento el desarrollo de los insectos destructores de los granos, y ellos dieron cuenta de las cosechas. Se anuló la ley; volvieron los pajarracos protegidos por los premios ofrecidos á los introductores y al año siguiente se obtuvo una buena cosecha.

Ultimamente el señor Alberto de Saint-Hilaire, Director del Jardin Zoológico de Aclimatacion del Bosque de Bolonia en París, ha ordenado el exterminio de los gorriones, porque no dejan grano en las faisaneras y otros departamentos de cría.

Recuerdo siempre una anécdota que leí hace años en un libro escrito por gentes de buen humor.

Un buen cura, cuyo granero estaba repleto de trigo, vió cierto dia con disgusto que los gorriones le mermaban su haber de un modo desastroso, y despues de golpearse la frente con la punta del índice, tuvo una idea: tomó un leviton viejo, lo armó sobre una escoba, coronó la obra con un sombrero, y, despues de fabricado aquel espantajo en medio del granero, se retiró satisfecho, con la seguridad de que los ladrones no volverían. Algunos dias después tornó á visitar su trigo. El desastre era indecible, y los gorriones desvergonzados habían llevado su audacia hasta fabricar sus nidos en los bolsillos del viejo leviton.

Ahora que los conozco, los creo capaces de anidar áun en la tabaquera del buen cura.

Los gorriones son pájaros de mucha resistencia. Véase dónde buscan su alimento, en las calles. Menos escrupulosos que el profeta Ezequiel, hacen su banquete con lo que el profeta no quería; las plumas negras de su garganta les dan un aire de fuertes y barbudos; pero, en realidad, su verdadera fuerza está en su astucia y