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Página:Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres (Tomo I. Entrega VII, pp. 193-224).pdf/11

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de espartillo, mientras los chanchos continuaban su pesado trote, gruñendo siempre.

El espectáculo era por demás interesante para que los cazadores lo echaran á perder disparando sus armas.

La piara se diseminaba cada vez más en aquella vasta campiña rodeada de bosques, buscando cada uno alguna raíz, y otros, obligados por los tacurúes, se desparramaban por todos lados.

Ya casi en medio del abra, el Tigre aprovechó la ocasion que le presentaba un rezagado, é irguiéndose de golpe de su posicion encogida, describió una curva por el aire, cayendo rápido como un rayo sobre él, al que derribó de un formidable zarpazo.

La víctima dió un grito agudo, que fué contestado con un inmenso gruñido de rabia por los demás, los que, á su vez, como flechas, volviendo caras, se precipitaron, haciendo castañetear los dientes, sobre el Tigre, que, comprendiendo el peligro que corría, saltó presuroso sobre un tacurú, á fin de ponerse en salvo de los terribles colmillos de los chanchos.

Rodearon éstos el tacurú en masas compactas, con las cerdas del lomo erizadas, y despidiendo, llenos de ira, su fétida catinga, mientras castañeteaban los colmillos; sus piés golpeaban furiosos el duro suelo, y un gruñir inmenso se elevaba cual un coro de su conjunto irritado.

La situacion era tremenda. El Tigre no descansaba; bien asegurado en el tacurú, con la boca abierta, la piel de su rostro arrugada, dejando escapar su bramido horripilante, daba zarpazos á diestra y siniestra, derribando á los mas cercanos.

Las víctimas se sucedían, pero el asalto continuaba, y lejos de acobardar á los otros, los gritos de muerte de los que caían servían de estímulo á los demás, que continuaban con pertinacia su sitio vengativo.

Y el Tigre, acosado por todos lados, redoblaba su furor, y su brazo formidable no descansaba.

El tacurú era mas bien bajo, lo que hizo, en medio de la lucha, que, olvidándose el Tigre de levantar la cola, los Chanchos se prendieran de ella, y haciéndole perder el equilibrio á tirones, fuera derribado.

El Tigre desapareció aplastado por los Chanchos y sólo