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Página:Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres (Tomo I. Entrega VII, pp. 193-224).pdf/9

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cazadores, al matar uno de estos chanchos, procuran extraerle ante todo la glándula, para que no comunique su olor á la carne.

He tenido ocasion de observar domesticado, varias veces, este chancho, que algunos obrajeros curiosos, al agarrarlos pequeños, crian despues. Mas era de verlos cuando se encontraban con los perros de la casa. Allí eran los gruñidos y disparadas cortas, que se sucedían interminables, siendo animal testarudo, pues siempre volvía sobre sus pasos, con las cerdas del lomo erizadas y lanzando su perfume horrible, que desde lejos percibíamos. Esto sucedía cuando lo dejaban suelto y salía á caminar; por lo demás, se dejaba atar á un poste por medio de una cuerda que la dueña de la casa le pasaba al rededor del pescuezo, sin oponer resistencia alguna.

Algunos, más curiosos aún, han tratado de cruzar este chancho con el doméstico, pero sin resultados, pues, en vez de manifestarse en ellos síntomas de amor sexual, formidables peleas eran las que se armaban, y daban por resultado heridas más ó menos graves de parte á parte, correspondiéndole la peor al doméstico.

Siendo los bosques de Misiones relativamente pobres de mamíferos, muy diseminados y generalmente bien escondidos y protegidos por la espesura, como ser el Venado (Cervus campestris) la otra especie de Chancho (Dycotiles torquatus) llamado Tateto, el Anta ó Tapir (Tapirus americanus) el Acutí (Dasyprocta Azaræ) y la Paca (Cœlogenys paca) y sobre la costa de los rios algunos Carpinchos (Hydrochœrus Capybara) es natural que nuestro Tigre (Felis onca) no desperdicie la ocasion que le presentan los "chanchos jabalíes" para regalarse á menudo de carne fresca y abundante, de modo que, detrás de cada piara, siempre van uno ó mas tigres siguiéndola, aprovechando la ocasion de que alguno, sobre todo de los mas nuevos, quede cortado de la bandada, para darle su mortífero zarpazo, agarrarlo en la boca y desaparecer despues, en dos saltos, entre la maraña sin fin, hasta llegar bajo alguna mata de tupido tacuarembó y gozarse tranquilo de las dulzuras de un buen apetito satisfecho.

Pero, como nada queda impune en esta vida, y tanto va el