Y te comparo á la beldad gloriosa
A quien amó la griega fantasía,
Y bajo de sus aras á la Diosa
Y en ellas te coloco amada mía.
La egregia Diosa muestra descubiertos
Sus encantos, que el hombre diviniza;
Pero le faltan á sus labios yertos
Las gracias que dibuja una sonrisa.
En ella veo á la mujer arcángel.
Ostentadora de brillantes galas,
En tí la hermosa sencillez del ángel
En actitud de desplegar las alas!
Maldigo la hora
En que vine á esta vida implacable,
De luchas sin triunfo, de nuches sombrías,
De honda miseria y vicios enjambre.
Nací bajo un cielo
Techumbre de hermosos mirajes,
De lírios azules y verdes palmeras,
Y besos de magas y sombra de sauces.
Entré de la vida,
Austero soldado al eterno combate,
Y tras cada intento de noble victoria
Dejé las arenas manchadas de sangre.
¡Oh rudo Destino
Señor de los mundos, Esfinge implacable!
Maldigo tu inmenso poder misterioso,
Del triste y confuso clamor del combate!
Maldigo tu imperio,
No porque fortaleza me falte;
Te insulto del íondo de mi alma rebelde
Por que á la impotencia mezquino me ataste!