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serán más profundas. Un crimen, rápido, para que la ley humana me lance al vacío.

¡Pero cállate, cállate ya!... Son la vergüenza y el reproche los que habitan aquí: Satán que dice que el fuego es innoble, que mi rabia es espantosamente tonta. —¡Suficiente!... Errores que me murmuran, magias, perfumes falsos, músicas pueriles.— Y decir que tengo la verdad, que veo la justicia: tengo un juicio sano y firme, estoy cerca de la perfección... Es sólo orgullo.— La piel de mi cabeza se reseca. ¡Piedad! Señor, tengo miedo, tengo sed, ¡tanta sed! Ah, la infancia, la hierba, la lluvia, el lago sobre las piedras, el claro de luna cuando el campanario resonaba dulcemente... El diablo está en el campanario a esa hora. ¡María! ¡Santa virgen!...— Horror de mi bestialidad.

Esas de allá no son acaso almas honestas que me desean el bien... Vengan... Una almohada me cubre la boca, no me escuchan, son sólo fatasmas. Además, nadie piensa en su prójimo. Que nadie se acerque. Huelo carne quemada, eso es seguro.

Las alucinaciones son innumerables. Es desde luego la historia de mi vida: nada de fé en la historia, olvido de los principios. Lo callaré: poetas y visionarios se pondrían celosos. Dado que soy mil veces más adinerado, seamos avaros como el mar.

¡Pero vean! El reloj de la vida se detuvo justo ahora. Ya no estoy en el mundo.— La teología es seria, el infierno está ciertamente abajo— y el cielo arriba.— Éxtasis, pesadilla, sueño en un nido de fuego.

Cuántas malicias se muestran en el campo... Satán Ferdinand, corre con las semillas de las malezas... Jesús camina sobre las zarzas purpúreas, sin doblarlas... Jesús caminaba sobre las aguas agitadas. El farol nos lo muestra de pie, blanco y de trenzas castañas, en el flanco de una ola de esmeralda...

Voy a develar todos los misterios: misterios religiosos