o naturales, muerte, nacimiento, futuro, pasado, cosmogonía, nada. Soy maestro en fantasmagorías.
¡Escuchen!...
¡Tengo todos los talentos!— No hay nadie aquí y al mismo tiempo hay alguien: jamás querría desparramar mi tesoro.— ¿Quieren cantos negros, danzas de ninfas? ¿Quieren que yo desaparezca, que me zambulla en la búsqueda del anillo? ¿Lo quieren? Fabricaré oro, medicamentos.
Así que confíen en mí, la fé mitiga, guía, cura. Todos, vengan,— hasta los niños,— que yo los consolaré, para derramar sobre ustedes su corazón,— ¡el corazón maravilloso!— ¡Pobres hombres trabajadores! Yo no les pido plegarias; tan sólo con su confianza, yo estaré feliz.
— Y pensemos en mí. Esto no me hace extrañar el mundo. Tengo la suerte de no sufrir más. Mi vida no fue más que dulces locuras, es bien lamentable.
¡Bah! Hagamos todas las muecas imaginables.
Decididamente, estamos lejos del mundo. No hay más sonidos. Mi tacto ha desaparecido. ¡Ah! Mi castillo, mi Sajonia, mi bosque de sauces. Las tardes, las mañanas, las noches, los días... ¡Pero qué fatigado estoy!
Debería tener mi infierno por la rabia, mi infierno por el orgullo,— y el infierno de la caricia; un concierto de infiernos.
Muero de cansancio. Es la tumba, voy hacia los gusanos, ¡horror de los horrores! Satán, farsante, tú quieres disolverme con tus encantos. ¡Yo reclamo! Reclamo un golpe de tridente, una gota de fuego.
¡Ah, remontar a la vida! Echarle un ojo a nuestras deformidades. ¡Y ese veneno, ese beso mil veces maldito! ¡Mi debilidad, la crueldad del mundo! ¡Mi dios, piedad, escóndeme, me siento demasiado mal!— Estoy escondido y al mismo tiempo no lo estoy.
Es el fuego que se reaviva con su condenado.