Página:Sachka Yegulev.djvu/123

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
119
 

Sacha encontraba esto muy natural. Según él, todo estaba bien, todo sucedía como es debido, todo era normal, hasta la ventana abierta sobre el pequeño jardín del hospital, donde se paseaban los enfermos y de donde venía el perfume de los álamos y de los abedules. «Es preciso, se decía Sacha, que esa ventana esté abierta, que los árboles exhalen sus perfumes primaverales, que el día de abril sea bello y cálido.

Entre el humo azulado del incienso, vislumbró el rostro de su madre, que rezaba, y en el primer momento se preguntó con sorpresa cómo podría ser que estuviera allí, olvidándose completamente de que habían venido juntos; luego se acordó y se dijo que también esto era natural y razonable. Examinó largo rato su rostro severo, de expresión grave, y pensó: «Es una mujer excelente mi mamá. Ya pronto, cuando yo me muera, rogará a Dios por el descanso de mi alma. Luego se puso a mirar las manos amarillas de Timojín, y pensó tranquilamente que él también estaría pronto como Timojín, con las manos cruzadas, inmóvil y grave. Por un breve instante tuvo compasión de sí mismo y aun ganas de llorar. Se imaginó en el lugar de Timojín; pensó que no era Timojín quien estaba tendido sobre la mesa, sino él mismo, Sacha Pogodin. Esta idea le produjo un escalofrío. Para convencerse de que estaba vivo, comenzó a mover los dedos. Pero un minuto después recobró su calma y se sumió en reflexiones sobre la vida y la muerte de Timojín.

De repente todos los presentes manifestaron una