Página:Sachka Yegulev.djvu/154

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
150
 

Haría crecer la hierba, levantaba con soplo acariciador las hojas secas del otoño anterior, propalaba mil voces por el bosque, lanzaba tiernos llamamientos a toda la tierra.

Sacha estaba sentado sobre el tronco de un árbol derribado, con la cabeza baja, y tan pronto reflexionaba como soñaba. Eran sueños dulces, que cambiaban a cada instante de forma, como las nubes (que se cernían sobre su cabeza. Pensaba que los fusiles se llenaban de roña a causa de la humedad del bosque; se figuraba el rostro de Eremey; se inquietaba al pensar que Kolesnikov y el marinero no habían vuelto aún de la caza. Hacía mucho tiempo que habían partido. Pero no importa se dijo procurando tranquilizarse. No tardarán en volver. Luego se puso a escuchar el ruido monótono del arroyo. Pero a través de todos sus pensamientos y de todos sus ensueños experimentaba siempre el sentimiento de un alegre reposo, de una quietud como sólo se siente en las grandes fiestas de primavera, cuando todo en derredor florece y germina.

A veces se extrañaba él mismo; tenía demasiadas razones para estar inquieto. ¿De dónde, pues, venía aquella alegría y aquella quietud? Pensaba también que era necesario encontrar palabras sencillas, fáciles de comprender, para decírselas a aquel severo Eremey; quizá su rostro sombrío se iluminara entonces con una sonrisa y se disipara su tristeza. ¡Pobre Eremey! Ni el fuego de la hoguera le calentaba: iluminaba su rostro, pero no llegaba a su corazón.

¡