Kolesnikov miró fijamente al marinero durante un buen rato y le preguntó:
—Dígame: ¿quién mató al preso fugado? Usted lo sabe, sin duda. Fué Eremey, no es verdad?
Andrés Ivanich, desviando los ojos, dijo con una voz administrativa, como si respondiera a su jefe:
—Yo no sé nada, Basilio Vasilievich.
Gracias a la severidad de los miembros de la banda, que castigaban sin piedad toda relajación de la disciplina, gracias también a la buena conducta personal de cada uno de ellos, los episodios de aquella índole no se repitieron. Vaska Soloviev y sus amigos estaban sometidos a la autoridad de la banda, se conducían bien, y si les ocurría emborracharse con vodka, lo hacían en otra parte, en una taberna de la aldea, lejos de los Hermanos del bosque»».
El mismo Vaska Soloviev manifestaba mucho afecto al atamán, y como era hábil e inteligente, Yegulev le encargaba a veces de conducir una parte de la banda contra alguna propiedad señorial. Soloviev cumplía muy bien estas misiones y se sentía orgulloso, sobre todo cuando la gente le tomaba por Sachka Yegulev. Llevaba este nombre con una satisfacción indecible.
Tal era el orden incomprensible, un poco caótico, pero firme y severo, que reinaba en la partida de los Hermanos del bosque», mandada por Alejandro Ivanovich Yegulev.