Página:Sachka Yegulev.djvu/243

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iba a recibir una respuesta satisfactoria. Se estremeció, como si le hubieran dado un latigazo, cuando oyó decir a Sacha, en voz muy baja:

—Yo no tengo dinero.

—¡Cómo! ¿No tiene usted dinero? ¿Dónde está, pues?

—Lo he distribuído, lo he tirado.

—Lo ha tirado usted?

Ahogado por la ira, con voz ronca, se puso a gritar:

—¡Ten cuidado, Sachka! ¡Lo vas a sentir!

Sacha empuñó la browning en el bolsillo. Acometióle un acceso de cólera que, no pudiendo expresarse en palabras, se manifestó en una calma glacial. Sería poca cosa matarle ahora—pensó—. Mañana, cuando todos los nuestros estén aquí, le mandaré colgar de este abedul, delante de todo el mundo. Con tal de que no se escape antes...

—No grites, Soloviev—dijo con voz tranquila.

Si gritas, te mato... Vale más que nos expliquemos...

Quizá lleguemos a un resultado.

—Tú, tú vas a matarme? ¡Eso lo veremos! Estás solo y nosotros somos tres. ¡Canalla! ¡Ríndenos cuentas!

—El dinero lo tiene Basilio.

—¡Mientes, canalla!

—¡Palabra de honor que te mato, Soloviev!

Se hizo un silencio denso, durante el cual la muerte, en acecho, se interpuso entre los dos hombres. Soloviev recordó las caras que pusieron la víspera los Hermanos del bosques cuando se atre-