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un copec. Quiere ganar tiempo hasta que vuelvan sus fieles. ¡Se perdió mi dinero!

—Y no tienes remordimientos de conciencia, Soloviev?—preguntó Sacha, con una sonrisa maliciosa.

Soloviev se encogió de hombros con menosprecio.

—Tú eres un señor, un hijo de general, y, sin embargo, tampoco tienes conciencia. ¿Cómo quieres que la tenga yo? Ni siquiera sé lo que es eso. A veces me da un poco de vergüenza. «Eres un hornbre sin escrúpulos, me digo; pero me tranquilizo en seguida, al ver a los demás. Porque todos somos unos canallas. ¡Todos, Sacha! Tú como yo. No hay ninguna diferencia entre nosotros. Por ejemplo:

¿Por qué mataste ayer a Policarpo? ¡Por una cochina mujer!... ¡Ay, Sacha! Tú eras hijo de un general, y ahora te has convertido en asesino y tus manos blancas están tintas en sangre... ¡Eres un tunante, un canalla!

. —Otra vez?

Soloviev dió algunos pasos hacia atrás y gritó con voz amenazadora:

—¡Mañana te pediremos cuentas, canalla!

Y volviendo la espalda a Sacha, como si no temiera nada, se fué, sin prisa, adonde estaban sus amigos.

Un minuto después Sacha oyó un vago rumor de voces. Alguien pronunció claramente la palabra «canalla; después todos se echaron a reír.

Kusma Suchok se destacó del grupo de los que estaban sentados bajo el árbol, se acercó a Sacha y, sin mirarle a la cara, le preguntó tímidamente:

SACHKA YEGULEY.

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