cha: la hora terrible del despertar sonó muy pronto para él.
Fué en los primeros días de septiembre. Estaban saqueando una propiedad que se encontraba en los confines del distrito, bastante lejos del antiguo paradero de la banda. Los de Yegulev, escasísimos en número, se habían refugiado detrás de un pantano.
Todó pasó como de costumbre; pero con mucho más apresuramiento y ruido. Hubo riñas entre los miembros de la banda y los campesinos de las aldeas próximas a quienes aquéllos no conocían y que habían acudido para coger su parte de botín. De repente, no se sabe cómo, corrió la terrible noticia de que la policía, a caballo, se acercaba a galope.
Todos fueron presa de pánico y huyeron desordenadamente, empujándose, atropellándose, volcando los carros, precipitándose en los barrancos. El marinero hacía esfuerzos desesperados por detener a los fugitivos, pues, según sus informes exactos, la policía estaba muy lejos. Gritaba, amenazaba con su tercerola; pero inútilmente; casi todos huyeron, y en la huída tiraron por el suelo, y casi arrollaron, al pobre y débil Fedot, que seguía fiel a Yegulev. Muy poca gente permaneció en su puesto. Dos campesinos a quienes en el desorden les robaron sus caballos lloraban lastimosamente, hasta que Eremey les impuso silencio amenazándolos con el puño.
Quedaron, a pesar de todo, unas treinta personas en la propiedad saqueada; más de la mitad es1
