estudiantes, porque usted ya casi es estudianto, no gustan de escribir a sus padres. Pero lo que me alarma un poco es que me acaban de devolver eldinero que le he mandado. Tendré que ir yo mismo a llevarle el dinero...
Se echó a reír con una risa fingida y comenzó a toser. Cuando se hubo repuesto un poco, murmuró con aire grave:
—Sí, las fuerzas de la revolución están rotas...
Durante varios días, Sacha esperó en vano a Kolesnikov. Por más que éste le había dejado sus señas, no quiso ir a buscarle él mismo. Finalmente, pensó que su encuentro con él y la conversación que tuvieron habían sido una simple casualidad sin consecuencias. Pero al quinto día, la gorra de ciclista de Kolesnikov apareció de nuevo en casa de Pogodin. Dijo que se había resfriado, por haberse mojado los pies, y había tenido que guardar cama dos días.
Con gran disgusto de Sacha, Kolesnikov, en esta visita, no habló ni de su plan misterioso ni de otras materias graves e íntimas. Se condujo de una manera muy vulgar: se interesó por lo que pasaba en el colegio, se burló alegremente de los colegiales, que habían sufrido una lamentable derrota en su última huelga. Al fin, Kolesnikov llegó a aburrirse y empezó a bostezar. «Voy a tranquilizar a mamá, pensó Sacha. Y propuso a su visitante que pasara al comedor a tomar el te. Kolesnikov se animó.
—Con mucho gusto—dijo. Quería rogarle a usted que me presentara a su familia...; pero sé
