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ble... Son los Cien negros, los que me han asustado... ¡Dios mío, qué días vivimos!... ¡Y mi Sacha, andando por ahí, en la noche negra, solo, cuando el viento sacude los árboles!... ¡Ah, Dios mío, Dios mío!

Ya estaba casi dormida, cuando oyó los pasos de Sacha y le llamó por la puerta entreabierta:

—No te has dormido todavía, mamá?

—No. ¿Has estado en su casa?

—No; nos hemos paseado por las calles.

—No tienes frío? La leche está en el comedor.

—Gracias, ya lo sé. Al otro lado del río el cielo está rojo; probablemente alguna aldea o alguna finca está ardiendo...

—No lo sabes con seguridad?

—No, pero el incendio es enorme... Decías algo?

—No. Digo: «¡Dios mío! Buenas noches. Voy a dormir.

—Qué dices? No te oigo.

—Es por el ruido de los árboles. ¡Ah, qué ruido hacen!... ¡Buenas noches!

XI

Las noches ... Cuando Sacha ofreció al Comité realizar un acto terrorista contra el gobernador, él mismo no creía en la posibilidad de asesinarle; recibió la negativa del Comité como una cosa de la que estaba se.