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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

de instar a los fieles de la Iglesia en todo el mundo a inscribirse expresamente - o, si ya está registrado, para trabajar con compromiso - en esta institución del hombre santísimo, que aún hoy responde maravillosamente a las necesidades de la sociedad.

En primer lugar, conviene que todos tengan una idea exacta de la figura de San Francisco, ya que algunos, llevados por el pensamiento de los modernistas, presentan al hombre de Asís como poco obediente a esta Cátedra Apostólica, como el campeón de una especie de religiosidad al mismo tiempo vaga y vana; a ese tal, ciertamente, no se le podría llamar ni Francisco ni santo. — En verdad, los méritos más relevantes e imperecederos de Francisco hacia el cristianismo, por los que fue definido correctamente como el apoyo brindado por Dios a la Iglesia en un tiempo máximamente peligroso, encontraron su coronación de gloria en la Tercera Orden, en la que, mejor que cualquiera de sus otros esfuerzos, destaca la grandeza e intensidad de su ardor al difundir la gloria de Jesucristo en todas partes. Ante la solicita consideración de los males que padecía entonces la Iglesia, movido por un inmenso deseo de renovar todo de acuerdo con los principios cristianos; fundó una doble familia religiosa, una de frailes y otra de monjas, quienes, profesando votos solemnes, tenían que seguir la humildad de la Cruz; pero al no poder dar la bienvenida a todos los que acudieron a él de todas partes para someterse a su disciplina, pensó en proporcionar incluso a aquellos que vivían en la agitación del mundo una forma de lograr la perfección cristiana. Por lo tanto, instituyó una verdadera Orden, la de los terciarios, no vinculada por los votos religiosos como las dos anteriores, pero conformada de manera similar por la simplicidad de las costumbres y por el espíritu de penitencia. Por lo tanto, fue el primero en concebir e implementar felizmente, con ayuda divina, lo que ningún fundador de familias regulares había ideado previamente: hacer que el tenor de la vida religiosa fuese común para todos. Debemos recordar lo que con gran claridad dijo Tomás de Celano: «Un artífice verdaderamente ejemplar que, bajo cuya formación. regla y doctrina, proclama un camino para que, en uno y otro sexo, se renueve la Iglesia de Cristo, y triunfe la triple milicia de los que quieren ser salvados"[1].

  1. Tomás de Celano, 1229, Vida Primera de San Francisco, Cap. XV, 40.